Cada maestrillo tiene su librillo
“¡Sigue tu instinto!” Haz escuchado esa frase que afirma que dejar salir a la madre interna hará que todo fluya. La "naturaleza" está allí, eso es innegable, pero sobre también está la puericultura.
Todos me aconsejan ¿Qué hacer, a quién creer?
No importa si no has comprado un solo un libro de puericultura (crianza de niños), te has encontrado con controversias, cuestiones que te han sumido en profundas reflexiones sobre tu bebé y sus cuidados. ¿Cuánta leche debe tomar cada día? ¿Y si pide más? ¿Lo calmo o lo dejo llorar? ¿A qué edad puede empezar a comer sólidos?¿Es malo ponerlo en un parque? ¿Cómo limpio su ombligo?
Eres consciente de que ni tus compañeros de trabajo, ni tus amigos, ni tus familiares comparten tu forma de ver las cosas. Cada persona tiene su teoría y sus diversas fuentes como el pediatra, el especialista de la radio, la de la revista, la de los foros... Todos tiene un punto de vista, hasta tu suegro se deja decir el supuesto “nosotros” (“nosotros lo hacíamos así”).
El peso de la educación
La puericultura se basa en la cultura de cada país y no es una ciencia exacta. Las concepciones de la madre, del bebé y de la familia cambian a lo largo del tiempo. Su discurso ha evolucionado desde su aparición. Durante el siglo XX, los primeros manuales destinados a la educación de las jóvenes madres aparecieron. Su objetivo era educar a mujeres ingenuas que no contaban con el acceso a un buen médico. El discurso de ese siglo era autoritario y “científico”, estaba orientado a formar madres de familia. Se decía en los años treinta que el principal trabajo de la mujer era “el de esposa y madre”. Discurso que ha cambiado en la actualidad.
La puericultura era una cuestión muy seria y reglamentada en esa época. “Firmeza y constancia” eran las virtudes que debía tener la joven mamá.
Hoy la situación es distinta y obtienes información de muchas fuentes a la vez. Recibes tantos consejos contradictorios que a menudo no sabes cuál creer. En la clínica te han dicho que el bebé debe comer cada tres horas, ni más ni menos, pero en otros sitios has leído que es preferible dar pecho al niño cuando lo pida. Tienes la sensación de que siempre tiene hambre y ya no sabes qué hacer...Seguro que no tendrías todas estas dudas si hubieras nacido en los años sesenta: “Esta regla, que debe aplicarse puntualmente, en las horas fijadas previamente, explica cómo cuidar a un bebé”.
Es probable que esto fuera lo que vivió tu madre, y que ahora piense que eres desorganizada o una “esclava” de tu bebé. Y no es sorpresa: hasta mediados de los 60, una regla inquebrantable de la puericultura era no ceder a los “caprichos” del pequeño. Había que educarlo para que se adaptara a un horario establecido, se controlaba que ganara el peso necesario (había que pesarlo luego de cada toma), que aprendiera sus rituales de higiene a la edad fijada, etc.
Por eso, no es raro encontrarse que los abuelos suspiren y digan: “¡Los niños de mi época se portaban mejor!” o “antes no nos hacíamos tantas preguntas y todo iba bien...”
Mamá distante o inseparable, una cuestión de plena actualidad
Los libros de puericultura de antaño, el día a día perfecto de las madres funcionaba como un reloj suizo: con tomas de leche fijadas, la hora del baño, el paseo al parque y el sueño del bebé. Hasta indicaban que se le dejara llorar por la noche sin atenderlo para que se calmara. Todo estaba descrito como si fuera un manual y solo la madre debía encargarse del bebé. En esa época la puericultura definía lineamientos muy claros; sin embargo, ahora sabemos que cada bebé es distinto y tiene necesidades distintas.
¡No lo alces!, escribían los autores de los manuales. La distanciación del cuerpo del niño es un hito de la puericultura de antes, que ha tenido una profunda influencia. En un estudio francés realizado en 1993, la mayoría de las madres respondieron que no era aceptable que el bebé tuviera la mala costumbre de estar en brazos... En cambio, investigaciones realizadas en otras regiones culturales (África, América del Sur, Japón...) revelan la proximidad permanente de la madre durante el primer año de vida genera mayor satisfacción del pequeño, a menudo más tranquilo y "fácil" que los bebés occidentales.
Hoy es común escuchar teorías contradictorias en torno al tema: se fomenta la proximidad física entre los padres y el bebé, se recomienda no dejarle llorar... pero, otros autores hablan de la necesaria autonomía del bebé, que debe aprender a dormir con los “rituales” para acostarse. Y a eso debemos sumar el hecho de que todo el mundo tiene una opinión y que todos los que han criado a sus hijos una generación o dos antes (tu madre o abuela, por ejemplo, y quizá también tu pediatra o la comadrona) tienen muy interiorizadas las ideas del bebé “caprichoso” y que no podrán evitar decirte que estás demasiado pegada a tu hijo o que eres “débil” con él y que cuando crezca hará lo que le dé la gana.
Un método no es un dogma
La vida de las mujeres ha cambiado mucho y también nuestra forma de aproximarnos a los bebés, una evolución que se ha producido al mismo tiempo que aumentaba nuestro interés por su desarrollo psíquico. A partir de los años 70, las obras de puericultura cambiaron el tono y dejaron de pautar órdenes tan rígidas. Además, reconocen al bebé con sus singularidades, con su propio ritmo, sus preferencias, y con más necesidades que las puramente biológicas.
Ahora ya no hay solo un modelo de madre (ama de casa), sino madres que trabajan o no trabajan fuera del hogar, que viven en pareja o solas, que tienen varios hijos o solo uno... y el padre ya no es el gran ausente de antaño.
Actualmente existen también tendencias y formas de proceder que seguramente consideraremos superadas con del tiempo. Y, si bien es difícil tomar distancia y mirar las cosas con perspectiva, es importante sentir que lo que estamos haciendo se ajusta a nuestra sensibilidad y a la de nuestro pequeño. Si preferimos el carrito al portabebés, por ejemplo, no hay motivo para sucumbir a los cantos de sirena sobre las maravillas de llevarlo a cuestas todo el tiempo! Si por la noche tu bebé solo quiere dormirse en tus brazos y a ti te encanta, ¿por qué hacer caso a las palabras acusadoras de tu entorno? El bebé se adapta rápidamente a todo lo que hacemos con alegría, pero al mismo tiempo tiene una capacidad innata para notar que hacemos algo a regañadientes.
Ten en cuenta, un método que funciona a la perfección a nuestros vecinos puede resultar un auténtico fracaso con tu bebé. Lo que realmente funciona es lo que haces a tu manera, a tu ritmo... esa forma de hacer las cosas que integra todas las influencias y que hace que la educación del niño sea única.
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