La niñera: un papel secundario pero muy destacado
El rol de los padres es un poco paradójico: dar amor y a la vez enseñarle a ser independiente. Las nodrizas de antaño tenían una función muy definida para ayudar a resolver esta paradoja. Las niñeras de hoy, quizás un poco menos...
Cómo encontrar la joya que cuidará de tu tesoro
Haces entrevistas, repasas las candidatas todas las noches con su padre, consultas tus notas antes de acostarte, pero ¿por qué todas tus amigas parecen estar convencidas de haber encontrado una niñera fantástica que, además, el bebé adora y viceversa, con la que se llevan a las mil maravillas, y que encima cocina a la perfección? Tú, en cambio, tienes la impresión de que es tarea imposible. Es curioso, pero siempre hay algún detalle que no te acaba de convencer.
Es la historia de siempre. Cuando se trata de cuidar a los hijos, las madres son siempre muy exigentes. Antes, cuando había nodrizas, lo que importaba era la abundancia y calidad de su leche. Ahora, a las niñeras, se les pide que cumplan un sinfín de requisitos... para que nosotros nos quedemos tranquilos.
Las nodrizas de antaño: ¿papel secundario o protagonista?
La nodriza es un personaje tan antiguo como la propia humanidad. En el tercer milenio antes de Cristo, en la civilización sumeria, la esposa del rey Shulgi de Ur, susurraba a su niño una canción de cuna: "La nodriza de alegre corazón le cantará canciones; la nodriza de alegre corazón le dará su leche". Hacia el año 1330 a.C., en Egipto, el rey Tut hizo construir una tumba en honor de su nodriza. Las nodrizas reales, incluidas en los harenes de los oficiales de los faraones, recibían un trato muy respetuoso. Lo mismo ocurría en China, la India, Japón y Oriente Próximo.
Las tragedias clásicas también las mencionan. En ellas, la nodriza ostenta un papel secundario de gran prestigio. La nodriza, confidente de los héroes (una vez que se han hecho mayores), está siempre a su lado para aconsejarle en los momentos cruciales de su existencia. Homero narra que Ulises, príncipe de Ítaca, fue amamantado por sirvientas. En la ley islámica, el parentesco de leche (ser hermano o hermana de leche) recibe la misma consideración que el parentesco de sangre o de matrimonio.
En Roma, se podían contratar los servicios de una nodriza en un lugar denominado "lactaria". A partir de la Edad Media, la élite de la sociedad dispondrá de nodrizas a domicilio, lo cual permitirá a las damas de la nobleza volver a quedar embarazada mucho antes (al no tener que amamantar a sus hijos). Más adelante, esta práctica se extiende a las clases más modestas para que las madres pudieran trabajar.
¿Cómo funciona entre los animales? Las hembras de algunas especies comparten su leche con la descendencia de otros individuos, como es el caso de los ratones y los leones. ¡Quién lo iba a decir! Otras, en cambio, guardan con fiereza a sus bebés, como las hembras de chimpancé y la mayoría de los simios.
La niñera: el momento de la primera separación
Actualmente, han perdido vigencia las nodrizas y la han ganando las niñeras, que siguen desempeñando un papel igual de importante. Sin ellas, muchas mujeres no podrían reincorporarse tan pronto al trabajo después de dar a luz.
Algunas esperan este momento con impaciencia, ansiosas de recuperar su vida social, los amigos, los compañeros, su trabajo, etc. Otras no superan la prueba. Porque, sin duda, es una prueba, la primera de una larga serie de ellas, la primera separación, la primera cosa que se termina.
No se trata obligatoriamente de un tema de miedos. Hay madres un poco paranoicas que llegan a exigir que se ponga una webcam a la niñera. Pero sin llegar a ese extremo, la reticencia, del todo normal, que siente una madre a confiar el cuidado de su hijo a otra persona es mucho más sutil e irracional que eso.
Algunos especialistas, como la Psicóloga infantil Caroline Eliacheff, que trabajó muchos años en un centro de acogida de bebés, defienden que toda separación entre madre e hijo provoca una mezcla de sentimientos que no siempre es fácil de desentramar.
Sea cual sea el tipo de cuidado que una madre requiere para su hijo, siempre se sentirá un poco culpable, como si abandonara a su bebé. Pero, en realidad, confiar tu propio hijo a otro es un gran acto de generosidad. Es generoso por la confianza que demuestras a la otra persona, a priori ajena a la familia. Es generoso también hacia tu hijo, porque necesita conocer otras caras que la de su madre y porque es vital hacerle ver que el resto del mundo también existe.
¡Hay que aprender a luchar contra la dependencia!
Cuando la persona encargada de cuidar al bebé es alguien cercano a la familia, las cosas pueden complicarse. Al principio, nos transmite más seguridad. Otra madre o la suegra, unidas a nuestro hijo por fuertes vínculos afectivos, nos parecen más indicadas que una mujer que hemos descubierto a través de un anuncio. Sin embargo, estos mismos lazos afectivos en seguida pueden no ser tan prácticos como pensábamos. Por eso mismo, las antiguas nodrizas eran tan útiles. Con ellas, aunque por supuesto podían formarse lazos afectivos, el contrato estaba muy claro. Su misión era mantener al niño con vida. Así pues, se ocupaba de la criatura en este momento tan difícil. Decir basta, cortar el cordón umbilical, como se dice a veces, no es cosa fácil.
Esta paradoja del rol materno, ser la fuente del amor primero y ser también la persona que tiene que impedir que esta fuente acabe asfixiando, la asumía mejor que nadie la nodriza. No les hacía falta psicología, porque era su trabajo. Cuando llegaba otro pequeño, los de tres, seis u ocho meses pasaban a considerarse mayores y tenían que aprender a conformarse con menos leche materna y, finalmente, a prescindir de ella. El hecho de recordar esa forma de actuar puede sernos de utilidad hoy en día, por primitiva que nos parezca. Nunca es demasiado pronto para aprender a superar las dependencias.
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