Los niños y los animales
Los niños se rodean de unos amigos especiales... Nosotros los conocemos bien porque también les hemos querido y admirado: seres extraños, en ocasiones muy grandes y en otras muy pequeños. En este universo de criaturas infantiles, los animales ocupan un lugar primordial y destacado.
Los animales como medio para descubrir y entender el extraño mundo de los adultos
Freud destacó cuán especial es la relación entre los niños y los animales, caracterizada por el hecho de que, durante la infancia, aún no somos tan vanidosos como para separar nuestra naturaleza humana del reino animal. Freud confirmó que "los niños consideran a los animales como iguales".
Numerosos estudios demuestran que los animales contribuyen activamente a la seguridad afectiva de los niños. A modo de ejemplo, cuando un niño acaricia a un perro, su ritmo cardíaco y su presión arterial disminuyen significativamente. Los animales, por su parte, poseen ciertas cualidades de las que los adultos carecen: no juzgan, no reflejan las dificultades personales o familiares, no traicionan, etc. Gracias a esto, el niño se siente seguro y es capaz de liberar muy fácilmente sus emociones y estructurarlas. De esta forma, los animales se convierten en los depositarios de sus alegrías, sus miedos, sus enfados, sus sorpresas y sus desagradados. Además, el niño revela su estado afectivo (inquietudes, angustias, frustraciones, celos, recuerdos, etc.) y es capaz de desarrollar las competencias superiores (es decir, las competencias básicas): la atención visual, los impulsos y la interacción, los comportamientos afectivos, la capacidad de imitar y, por último, la articulación estructurada e intencionada de los gestos.
Un buen ejemplo es el desarrollo de la capacidad visual, es decir, la capacidad de mantener la vista fija en un objeto. Dicha capacidad se manifiesta en los bebés de pocos días o semanas tras interactuar cara a cara con su madre. Además, a la mayoría de niños les fascina e inquieta lo que transmiten los animales a través de su mirada. Boca abajo, sentados, de rodillas, buscan una interacción cercana, cara a cara. Kipling ya resaltó esta actitud cuando los lobos descubren a Mowgli y éste "levanta los ojos para mirar a papá Lobo a la cara", sin miedos ni temores. Este tipo de encuentros facilita el desarrollo de la atención visual de los niños y la refuerza.
Los animales pueden desempeñar una función decisiva en la liberación del mundo interior de los niños, por eso son tan útiles en el acompañamiento de niños con problemas graves.
El miedo al lobo
Desde la infancia hasta la edad adulta los animales nos acompañan. Desde las fábulas de La Fontaine hasta la Granja de los animales de Orwell, pasando por el Principito de Saint-Exupéry, los animales nos ayudan y nos son útiles. Además, en ocasiones utilizamos expresiones del tipo "bichito", para referirnos a nuestros hijos.
En los cuentos de animales, los lobos son los que ocupan el lugar más importante. Esto se debe a que el lobo permite una mayor proyección que otros animales. El cocodrilo tiene su enorme boca y sus dientes, el rinoceronte su cuerno, el elefante su trompa, la jirafa su cuello, pero el lobo tiene colmillos, garras, orejas largas, ojos misteriosos, cola tupida y pelaje oscuro, es decir, una gran variedad de atributos que activan temores y miedos.
Pero también hay historias agradables. Por ejemplo, en el mito de la fundación de Roma, los gemelos Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba y un pájaro carpintero. El nombre de la ciudad, Roma, proviene de "ruma", que significa "mama". En El libro de la selva, Kipling explica las aventuras de Mowgli, un bebé rescatado y criado por los lobos en India, a quien papá Lobo (ayudado por Bagheera, la pantera negra y por Baloo, el oso pardo que enseña a los pequeños la ley de la jungla) enseña a hacer sus tareas y el sentido de todas las cosas de la selva".
Los genios-animales que protegen a los recién nacidos
Los latinos llamaban Genius al dios a quien se confía la tutela de cada persona en el momento de su nacimiento. En algunas civilizaciones, este genio puede ser un animal.
Los indios de Mesoamérica, particularmente los Mixtecos de México, poseen una especie de doble que se corresponde con un animal, al que llaman "nagual" y que aparece en numerosos ritos relacionados con el nacimiento. En San Pedro Yosotato, cuentan los aldeanos que antaño se procedía a identificar al "nagual" del niño recién nacido mediante el examen de las huellas que los animales dejaban a su paso por la cal que se había esparcido alrededor de la casa o cerca de la puerta. En algunas aldeas, incluso se dejaba al bebé expuesto en el bosque. Se vertía arena alrededor de este y se le dejaba solo durante unas horas, a veces toda la noche, para que el animal acudiera a lamerle y brindarle su protección. Luego volvían a recoger al niño y a observar qué animal había dejado sus huellas: así decidían el nombre del recién nacido. A partir de entonces el niño dependía de su "nagual", al igual que su "nagual" dependía del niño. Si el "nagual" resultaba herido, por ejemplo, la persona enfermaba.
De un tipo de genio a otro
Estos ritos y creencias se han suavizado en la actualidad, pero esta magia está presente en el universo de los niños, un universo poblado de animales, reales o imaginarios, y de peluches.
Además, ver a un niño jugar en la cesta de la ropa o reír a carcajadas en el fondo de un armario nos llena de felicidad. En esos momentos, él es el genio de su cueva.
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